quarta-feira, 12 de fevereiro de 2014

UN PARQUE POR UNA MINA. EL AVATAR COLOMBIANO



UN REFUGIO SAGRADO
En el corazón de la selva amazónica existe un lugar llamado Yuisi. Para los indígenas, la humanidad tuvo origen en ese chorro de aguas rodeado de una serranía tupida del que hoy depende el equilibrio de la selva. En el año 2009, el Estado decidió proteger ese refugio natural y mítico. Declaró allí el parque natural Yaigoje Apaporis, un millón de hectáreas de selva virgen protegidas a perpetuidad. Sin embargo, pocos días después, el Ingeominas otorgó a Cosigo, una minera canadiense, un título para explotar oro allí. Hoy le corresponde a la Corte Constitucional decidir a cuál de los dos pertenece esta tierra.
EL PARQUE EN PELIGRO
Desde cuando la fiebre del oro llegó al Apaporis las comunidades indígenas se dividieron. Hace unos años, los 19 grupos estaban reunidos en una misma organización (llamada Aciya). Ahora cinco de ellas formaron un nuevo grupo (llamado Acitava) que confía en que la llegada de la minera canadiense les permita alcanzar el dinero y las oportunidades que nunca han tenido. Benigno Perilla, un colono de la región que fue inspector de Policía, interpuso a nombre de estos últimos una tutela pidiendo tumbar el parque pues argumenta que no se consultó a todas las comunidades indígenas. Si el parque se cae, la minería en el Apaporis no tendría freno.
¿POR QUÉ NO QUIEREN LA MINA?
“Todos los indígenas que se metieron con el oro hoy están extintos. El oro es el reflejo de la luz en la tierra; es tan sagrado, que es mejor dejarlo quieto… Igual, como están las cosas ahora, ya comenzamos a morir”, le dijo Leonardo Rodríguez Makuna, un líder indígena del Apaporis, a SEMANA cuando la revista visitó el lugar hace dos años. Para otras autoridades de la región como él, la llegada de la minería sería la muerte de su cultura.
EL AVATAR COLOMBIANO
La historia que se vive hoy en el Apaporis tendría todos los elementos para hacer una película a imagen y semejanza de la que hizo James Cameron. Comunidades indígenas tradicionales luchan contra una minera canadiense por su territorio ancestral. Por cuenta de una tutela que puso Benigno Perilla, un colono que fue inspector de Policía en la región, el caso llegó a la Corte Constitucional. Perilla argumentó que no todos los indígenas de la región están de acuerdo con el parque nacional. Si esto fuera así, el parque podría caerse y la minería en el Apaporis no tendría freno. El alto tribunal decidirá en los próximos días quién tiene la razón.
LA FIEBRE DEL ORO
Cosigo, la empresa canadiense que tiene un título minero en el parque, llegó  seducida por lo que en la región se conoce como el  “cinturón de oro de Taraira, uno de los más grandes e inexplorados distritos de oro del mundo”, como afirman en su página web. La empresa ya opera en el municipio de Taraira y la amazonia brasilera. Aseguran que pueden extraer el precioso mineral con los mejores estándares ambientales.  Andy Rendle, el vicepresidente de la compañía le dijo a SEMANA, que se podría permitir la minería en una "pulguita" de territorio (pues asegura que ocuparía muy pocas hectáreas del millón que tiene el parque) se podría financiar la conservación de toda la zona.
EL VIAJE DE LA CORTE
El presidente de la Corte Constitucional, Jorge Iván Palacio, y sus colegas Nilson Pinilla y Eduardo Mendoza se trasladaron a la selva amazónica el pasado 31 de enero. Palacio explica que la Corte quiere estar presente en los lugares donde están las comunidades. Los magistrados salieron antes de las 5 de la mañana en un avión militar hasta Centro Providencia, la maloca tradicional de los makunas. En agradecimiento por su visita, las mujeres les pintaron el rostro. Sorpresivamente, el demandante Benigno Perilla reconoció que Cosigo los había asesorado para poner la tutela. Posteriormente, el capitán makuna agregó que ellos, junto con sus médicos tradicionales, ya habían decidido el futuro del Apaporis: ser un parque para siempre. “Ellos son como nuestros magistrados”, concluyó.  En la audiencia, los indígenas,que estaban divididos, anunciaron que querían reconciliarse.
NO ES EL ÚNICO CASO
A pesar de que desde hace dos años la Procuraduría pidió revocar el título de Cosigo, y la Autoridad Nacional Minera demandó el mismo, por vericuetos jurídicos no se ha podido tumbar. El Apaporis no es el único parque natural en el que existen títulos mineros, hay al menos 30 más, aun cuando la ley lo prohíbe tajantemente.  Por eso, existe un gran temor de que este caso produzca un efecto dominó en los otras zonas protegidas que también tienen títulos. La ministra de Ambiente, Luz Helena Sarmiento, afirma que sería “muy grave que un interés particular pueda tumbar un parque nacional”. La directora de esa entidad, Julia Miranda, dice que espera que Colombia “tenga la sabiduría para decidir cómo y en dónde hacer minería sin destruir su riqueza natural”.
LA SELVA SAGRADA
Colombia ha logrado conservar la Amazonia porque cerca del 80 % de esa selva está bajo alguna figura de protección, sea resguardos indígenas o parques naturales. Con una superficie similar a la de Puerto Rico, el Apaporis es el segundo parque más grande del país. Decir que hay que proteger el llamado “pulmón del mundo” no es una frase simplemente romántica. El agua y el clima del país dependen de esta región. La directora de Parques Nacionales, Julia Miranda, ha hecho una titánica labor por convertir a Colombia en un líder de la conservación en el mundo. Su meta es que la quinta parte del territorio nacional sea parque (hoy es el 10 %).  En un año se han declarado dos, uno en Acandí (Chocó) y otro en el mar caribe (corales de profundidad), y se duplicó el área del Chiribiquete de 1,5 a tres millones de hectáreas.
CONGELADO EN EL TIEMPO
Yuisi es tan sagrado, que solo los mayores pueden contemplar sus aguas, y las mujeres tienen prohibido siquiera mirarlo. Se dice que cada vez que un chamán hace una curación se conecta con el pensamiento a esa cascada. Todos los años, en marzo, las comunidades celebran el ritual del Yuruparí, en el que los niños reciben la conexión espiritual con Yuisi, que les da el paso a su vida adulta. Se cree que las comunidades indígenas del Apaporis lo veneran desde hace 10.000 años.  Wade Davis, el gran explorador canadiense y autor del libro El Río, sobre esas tierras, dicta una sentencia: “Una mina en el Apaporis es como un pozo de aceite en la capilla Sixtina”.

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