Por Fernando
Palacios y Xiomara
Cantera (CSIC)*
Para que un ecosistema funcione es necesario que haya una
buena cobertura vegetal de la que se alimenten gamos, ciervos, cabras montesas,
corzos o jabalíes. Pero también se requiere la presencia de depredadores naturales que regulen sus poblaciones y eviten
que los herbívoros lleguen a esquilmar la flora. Ese es el papel del lobo
ibérico –Canis
lupus signatus– en los hábitats de la Península Ibérica.
La conservación del lobo
es un tema complejo que levanta pasiones a favor y en contra. Hay asociaciones que
reivindican medidas para su conservación y también sectores, como el de los
ganaderos, que se ven obligados a lidiar con su presencia. Pero, ¿hasta qué
punto los lobos les perjudican?
Analicemos los datos. Según la Consejería de Fomento y Medio
Ambiente de Castilla y León, en 2014 se documentaron 940 ataques de lobos al
ganado. El acercamiento inusual de estos mamíferos carnívoros a los rebaños de
animales domésticos se produce porque en los espacios donde aún sobreviven
también hay actividad ganadera y una fuerte presión para aumentar las áreas de
pasto. Además existe
una gestión forestal que prima la producción de madera, lo que hace que los
bosques pierdan productividad primaria (por ejemplo, en los pinares se
elimina el matorral). Así, los ungulados salvajes, especialmente los
herbívoros, cada vez escasean más, por lo que el lobo se alimenta de animales
domésticos.
Pero
también existen áreas sin lobos donde hay exceso de herbívoros salvajes que, al
entrar en contacto con el ganado, actúan como vector trasmisor de enfermedades.
Según la Junta de Extremadura, en 2015 hubo que sacrificar 7.526 reses por un
brote de tuberculosis bovina, cada vez más extendida por el aumento de jabalíes
y ciervos en la región. Si se comparan las cifras, ¿hasta qué punto es cierto
que los lobos perjudican a los ganaderos? Hay
territorios en los que hay tal cantidad de ciervos y cabras montesas que
incluso los Parques Nacionales programan batidas de caza para reducir su
número. Son
lugares en los que ya no quedan lobos que regulen el crecimiento desmedido de
estas poblaciones.
El Duero: una frontera para la caza
El Proyecto LOBO propone la elaboración
de un censo ciudadano independiente. /Mauricio Antón.
Aunque la especie goza del máximo nivel de protección
según la normativa europea, en cada comunidad autónoma se aplican normas
diferentes para la gestión del lobo. En Madrid y Castilla La Mancha las
administraciones no permiten su caza. También en Portugal está estrictamente
protegido. Sin embargo, en Galicia y al norte del río Duero en Castilla
y León el lobo es una especie cinegética, por lo que, si su estado de
conservación es favorable, pueden cazarse ejemplares. La caza se regula a
través de cupos que no tienen en cuenta el furtivismo, ni la estructura social
de las manadas, ni el número real de ejemplares vivos –Castilla y León
estableció un cupo de 143 lobos para 2015-2016–.
Para mantener un ecosistema y las especies que lo
pueblan, la caza no debería ser una herramienta de conservación. La gestión
tendría que dirigirse a proteger las especies y su equilibrio, lo que pasaría
por dejar que creciera una cobertura de vegetación natural que albergara presas
salvajes para el lobo. Sin embargo, lo que se está haciendo es
convertir al ser humano en el depredador de los grandes herbívoros y también
del lobo.
El censo de 2013-2014 de la Junta de Castilla
y León señala que se han detectado en esa comunidad 179 grupos de
lobos, 152 al norte del Duero y 27 al sur. La Administración calcula que cada
grupo está compuesto por 9 miembros, pero según los científicos las manadas en
la península raramente llegan a tener 6. Esto hace suponer que los resultados
del censo son excesivamente optimistas sobre el aumento de lobos en la última
década. Se da también la paradoja de que los encargados de elaborar
estos censos son los mismos que establecen los cupos de caza, hecho por el
que han surgido voces que denuncian la manipulación de las cifras. Por su
parte, el último censopublicado por el Ministerio
de Medio Ambiente tampoco recoge el número de individuos. Según el
documento, actualmente hay 297 manadas en toda España. Esta cifra y los ataques
al ganado justifican para la ministra en funciones, Isabel García
Tejerina, retirar la protección al lobo y permitir su caza en todo
el territorio.
Un primer paso para proteger al lobo ibérico es
conocer el número real de ejemplares existentes. A ese propósito responde la
iniciativa Proyecto LOBO que propone la
elaboración de un censo independiente con la colaboración de ciudadanos y
diferentes actores implicados. El objetivo no es solo contar los ejemplares
que habitan nuestras montañas, sino analizar el estado de conservación de los
lobos y de los hábitats naturales que aún recorren estos supervivientes de la
persecución humana.
* Fernando Palacios es investigador
del CSIC en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN). Xiomara
Cantera trabaja en el área de comunicación del MNCN y dirige la
revista NaturalMente. Para saber
más, consulta el artículo ‘Lobos
para recuperar la biodiversidad’.
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